lunes, 1 de diciembre de 2014

Luis García Montero (Granada, 1958) insiste, una vez más, en su propósito de explicar su propio pasado con una inequívoca ejemplaridad, y en subrayar un presente que no está muy alejado de los presupuestos de una aLGUIEN DICE TU NOMBRE042auténtica crónica de la llamada “transición”, un hecho que conlleva, por añadidura y convicción, una conciencia crítica del momento histórico pasado vivido y que en este caso, Alguien dice tu nombre (2014), muestra una inequívoca similitud con las vivencias formativas y personales del propio autor, aunque la historia a contar y el protagonista se refieran a unos años antes a los vividos por el propio autor en la capital andaluza universitaria.
            El escenario elegido, la Granada de un caluroso verano de 1963, los personajes, el mentor del joven León Egea, un profesor universitario que estimula su vocación tanto literaria como docente, y lo recomienda para trabajar durante los meses estivales vendiendo una enciclopedia de la editorial Universo, cuya delegación acaba de abrir en la ciudad y donde además, el joven universitario verá cumplidas algunas de sus expectativas, la primordial no volver al pueblo donde ha dejado algunas rencillas juveniles poco convencionales y, sobre todo, ver realizado un tímido aprendizaje sentimental con la secretaria de la delegación, otro de los personajes significativos. Consuelo, es una mujer madura que lo inicia en un mejor conocimiento del amor y del sexo. Y luego está Vicente, su compañero y vendedor a quien desde el comienzo sirve y aprende de sus artimañas para colocar bien la enciclopedia, por otra un compendio de cultura para la época tan necesaria para vivir entonces una existencia plena basada en deseos de esa libertad que te proporciona el conocimiento. No falta el oportunista del Régimen, don Alfonso al frente de la Delegación y sombra de la empresa editorial.
            A modo de diario, siguiendo las indicaciones de su profesor, volcando sus experiencias diarias y nuevas para conseguir ser un escritor, el joven León  reflexiona sobre aquellos principios que inspiran una literatura realista basada en la cruda realidad, sustentada por la observación y la memoria, mientras observa como su compromiso crece a medida que transcurren las semanas y descubre que en aquel verano se enfrenta a un futuro distinto porque las apariencias que para él no suponen nada, esconden el incuestionable fermento de un cambio, tanto personal como social cuando a partir de ese momento, y vuelva una vez más a la Facultad de Letras, inicie su proceso de maduración. Clave y sorpresa final de la novela de tintes emotivos, amena, con pinceladas de ironía y de sarcasmos, y aunque poco pretenciosa en su estructura, bien narrada y equilibrada, ofrece esa posibilidad de cambio entonces tan necesario y actual como ahora en nuestro presente.

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