jueves, 13 de marzo de 2014



Garabato

(10_03_2014)



Acurrucado en el hueco del árbol, casi ni respiraba, su corazón latía a un ritmo atropellado, desde allí observaba aquellos pies grandes e incluso sin verle, con una sola pisada le podían aplastar cómo a una mosca.

Le gustaba observar a los humanos en su ir y venir por su comportamiento, los duendes hacían cosas más prácticas, pensaba él de camino a casa.

No obstante usaban unos artilugios, cómo aquella máquina de cortar césped, si no actúa rápido le hubiesen triturado entre la hierba, de menudo peligro había escapado.

Y ¡menos mal! que se hacía invisible, si le vieran ¿qué sería de él? 

MarinaDuende 





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