miércoles, 19 de agosto de 2015

Vibrar

Abrió la puerta, venía cansada. Se fue quitando los zapatos y soltando la ropa camino del 

baño. Se dejó empapar por el agua en la ducha, hasta relajarse y sentir casi frío.

Al salir le vio en el espejo sonriente y expectante. Le ofreció su mano para salir como si 

fuesen a empezar un baile. Se pegó a ella y notó el calor de su piel, se dejó llevar.

Percibió su potencia masculina, y notó como ella se humedecía.

Tendió la toalla y ella se tumbó dispuesta. Él le abrió las piernas y empezó a acariciar su 

clítoris, ella empezó a retorcer su cuerpo, totalmente entregada, sus pezones se 

empezaron a poner duros, él la lamía deleitado en ellos, sin parar de mover los dedos.

Cambió de postura, y su verga quedó al lado de su boca, ella la miró extasiada en el 

momento que él empezó a meter su lengua dentro de su cavidad. 

No pudo evitar introducir poco a poco al manjar aquel en su boca. Los gemidos eran 

mutuos.

–Algo de vicio no está mal ¿eh?… - dijo él.

– ¿Vicio? Esto es el paraíso…, sigue, no quiero enfriarme.

Lo jadeos continuaron hasta llenar el espacio compartido.

Marina Duende




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