Vibrar
Abrió la puerta, venía cansada. Se fue quitando los zapatos
y soltando la ropa camino del
baño. Se dejó empapar por el agua en la ducha,
hasta relajarse y sentir casi frío.
Al salir le vio en el espejo sonriente y expectante. Le
ofreció su mano para salir como si
fuesen a empezar un baile. Se pegó a ella y
notó el calor de su piel, se dejó llevar.
Percibió su potencia masculina, y
notó como ella se humedecía.
Tendió la toalla y ella se tumbó dispuesta. Él le abrió las
piernas y empezó a acariciar su
clítoris, ella empezó a retorcer su cuerpo,
totalmente entregada, sus pezones se
empezaron a poner duros, él la lamía
deleitado en ellos, sin parar de mover los dedos.
Cambió de postura, y su verga quedó al lado de su boca, ella
la miró extasiada en el
momento que él empezó a meter su lengua dentro de su
cavidad.
No pudo evitar introducir poco a poco al manjar aquel en su boca. Los
gemidos eran
mutuos.
–Algo de vicio no está mal ¿eh?… - dijo él.
– ¿Vicio? Esto es el paraíso…, sigue, no quiero enfriarme.
Lo jadeos continuaron hasta llenar el espacio compartido.
Marina Duende
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