miércoles, 30 de octubre de 2013

El niño de la playa…
Aquel día me embelesaba el sonido de las olas, cerré los ojos y aspiré profundamente el perfume de la brisa del mar, sentado cómodamente en la arena.
Algunas gaviotas surcaban el cielo.
La tarde había ido cayendo y el cielo estallaba en colorido. La gente se había ido poco a poco y yo me quedé cómo deseaba, solo… al menos eso pensaba.
Había un niño en la orilla de la playa, chapoteando alegremente con sus pies, me miró y sonrió, busqué con la mirada y no había nadie más alrededor. Se acercó y me dijo:
-          ¿Está solo… no tiene niños!
Ante sus dos preguntas, le contesté:
-          Si, estoy solo, no tengo niños.
-          Pues, los niños son un encanto, al menos eso me dicen a mí continuamente.
Se agachó un poco, supongo que para verme mejor, pues yo llevaba un sombrero puesto.
-          Te he visto algún día por aquí, también solo… leyendo.
Vaya, pensé... creía haber pasado desapercibido.
-          Es posible, leyendo... leyendo, si…
Se sentó un poco más debajo de dónde yo estaba, cogió un piedrecita de la arena y la lanzó con gran brío al agua, llegó lejos. Observé que iba descalzo, era rubio con el pelo rizado, sus ojos claros con destellos azul y verde... la edad, no sabía precisar 12 años… quizá. El bañador blanco que llevaba, acentuaba su bronceado moreno dorado.
-          A mí me gusta mucho leer, mi abuela lo hacía desde pequeño, me contaba historias fantásticas, debe ser por eso que me gusta tanto las aventuras, fantasía, ficción…me divierto más incluso que con algunos chicos... es un mundo mágico. ¿no cree?
-          Pues, si… es cada vez más extraño que los jóvenes lean, con tanta tecnología y juegos tan modernos, se lee menos, creo…
Él me miró sonriendo un poco triste…
-          Bueno internet suele entretener bastante, y los adultos andan tan atareados en sus cosas que tiene poco tiempo para dedicar a los niños… yo vivo con mi abuela, a mis padres los veo poco.
-          Tienen que trabajar para dar una vida lo más cómoda posible a sus hijos, el bienestar de hoy día… cuesta…
-          Sí, si… demasiado, creo que se pierden muchas cosas hoy día… en fin, me voy… he venido hace un rato a darme un chapuzón y no quiero preocupar a mi abuela… ¡¡adiós, igual nos vemos otro día!
-          ¡Es posible, adiós!

Le vi marchar y pararse un poco más arriba, a recoger la toalla y el calzado. Se alejó y me dí cuenta que no nos habíamos presentado ni dicho nuestro nombre. Era encantador.


DuendeMarino

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