Sin nombre
DuendeMarino 01_01_2014
Recuerdo
que dormía plácidamente junto a mis hermanos y mi madre, no sé cómo llegué a un
lugar oscuro, después me dejaron caer en un sitio frío y extraño.
Vagué
durante horas y pasé la noche tiritando de frío y con hambre. Se hizo de día y
de pronto un chico reparó en mí, se acercó y me dejé coger. Dijo “a ver ¿qué
hago contigo, preciosa?”, me guardó dentro de su pecho y allí al calor me quedé
dormida. No sé cuánto tiempo pasó, cuando me sacó fuera de él, me sorprendí al
ver las caras alrededor mirándome.
Una mujer le gritaba al chico:
-
¡Ni hablar, ni lo pienses, José. Ahora mismo te lo
llevas y lo sueltas de nuevo en el campo, no me falta más que esto.
-
El chico decía: “¡Pero, chacha, si es preciosa y está
coja, ¿no te da lástima? Si la dejamos se puede morir. ¡Anda ponle un poco de
leche que está hambrienta, seguro que se portará bien y no verás un ratón en tu
casa.
-
¡Qué no te digo, ya hay veces que tengo que deshacerme
de crías de conejos, pero nos dan de
comer, pero ¡un gato!, ni loca…
Una niña me trajo leche, la cual me supo a gloria y después de tiras y
aflojas, la mujer se resistía a que me quedase en casa, las niñas me acogieron
con tanto cariño, que ella cedió y me fui haciendo un hueco en aquella familia.
Crecí y me puse linda, con mis ojos verdes, rubia, negra y la parte de la
panza blanca, cuando salía los gatos me dejaban preñada, pero no sé qué ocurría
con mis crías que desaparecían nada más parirlos. Me llaman todos “la gata” y
ratones no había conmigo allí.
Sí era muy feliz en aquella casa, mi ama me ponía en el sitio más calentito
de una cuadra que tenía más pequeña, y no me faltaba de comer, estaba muy
lustroso mi pelo y mi cuerpo. Merodeaba en la casa de al lado, porque la vecina
se dejaba la ventana abierta y el pescado allí a mi alcance, pues me pegaba
unas comilonas. Luego discutían entre ellas, la vecina que me iba a envenenar
un día, y mi ama le decía que no se dejase la ventana abierta.
A veces me metía bajo la mesa camilla y eran tantos pies, que la cola
alguna vez se metió en el brasero y salía pitando a apagármela yo sola. Y alguna
noche me quedaba dentro de la casa y amanecía encima de la cama de las niñas,
tan calentita y mimada.
Hoy he comido pescado otra vez casa de la vecina, pero me siento mal, no
paro de vomitar y me ha costado llegar hasta mi lugar, estoy muy cansada.
¡A ver si se me pasa!
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