Desde
el tejado…
Cuando vi llegar y aletear a
aquel pájaro, me plegué y aguanté la respiración, mi corazón latía con un ritmo
vertiginoso, esos ojos amarillos y aquel pico, esperaba que no me viera.
Merodeó por la jaula y con maestría
logró sacar a uno de los canarios que había dentro, el otro compañero aleteaba
y no sabía dónde esconderse… ¡pobre!
Allí mismo fue devorando el
primer canario que cogió y más tarde hizo lo mismo con el que había en la
jaula, encogida vi que no era el momento de salir hasta que el ave se marchara,
los minutos se me hicieron eternos. El gavilán miró alrededor y después salió
volando dejando allí la jaula desordenada y las plumas esparcidas por el suelo.
¡Así se debía sentir algún que otro ratóncito, pensé...!
¡De buena me he librado! no me
fiaré más de andar tan suelta por el tejado, hasta ahora creía que era libre de
ir de acá para allá sin tomar medida alguna.
Estoy acostumbrada a mirar desde
abajo hacia arriba y viceversa, todo tiene sus ventajas e inconvenientes, cómo
soy menuda tengo mi escondite en el tejado, un sitio donde nadie me puede ver,
y en el que yo sí que veo.
Lo peor es que la vecina que le habían desaparecido los
canarios, llegó a mi dueña y le dijo lo que había encontrado, lloraba
desconsolada y preguntaba por mí.
Mi dueña negaba rotundamente de que yo hubiese cometido tal
desaguisado.
¡Ay, y yo sin poder hablar!
MarinaDuende
09 – 06 - 2014
A veces los que parece que son malos, a lo mejor no lo son...
ResponderEliminarUn beso.