Con las manos y el corazón
Allí estaba, en el suelo,
desmadejada, rota vuelta hacia abajo. La cogió y miró lo que había sano y lo
que tendría que arreglar, recogió todos los pedazos que encontró y los metió en
una bolsa que llevaba en el bolsillo para las emergencias.
Ya en casa examinó los brazos
desencajados, encajaron a la perfección, las piernas arañadas y con alguna
grieta, los pies incompletos, ya tenía masa dispuesta para modelar lo que
faltaba, la cabeza un poco aplastada por detrás y el cabello revuelto, aunque
una vez lavado y peinado quedaría bien. En un rato le hizo el lavado y peinó el
pelo y la dejó para que mientras se secaba, prepararía otras cosas.
Sus manos marchitas aunque
hábiles seleccionaron retazos de tela, tiras bordadas, abalorios… lo primero modelar
la parte de los pies que faltaba, los pegó sin problemas y continuó ya con los
restos de tela, midiendo, cortando y cosiendo el diseño que le haría, iba a
vestirla de Pastira, a otras la adornaba de princesas, de flamencas, de indias,
moras… según ella veía.
Era un trabajo concienzudo, pero
a ella le hacía feliz, lo peor es que su vista no era la de antes, aunque
todavía podía ponerles cara de felicidad a unas cuántas.
Al fin y al cabo ella había sido
durante muchos años lo mismo que ellas: una muñeca rota.
MarinaDuende
Foto internet
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsto mismo pasa con las personas, puede ser una historia real
ResponderEliminarMiguel, hace unos dias llegó una compañera con una muñeca vestida de pastira y me contó que tenia en casa unas cuantas vestidas de las que encontraba rotas tiradas en la calle, ella modista toda la vida y ahora mayor tiene pocos hobbys que la entretengan y su memoria ya no va bien. Asi que hilvané un poco, es real.
ResponderEliminar