Tía Adela
Alejandra repasaba cosas viejas y pasadas de moda, en la
vieja casona, aunque había objetos y muebles que estaban en buenas
condiciones y eran bonitos, tendría que clasificar algunas cosas para dar; cómo
ropa, objetos, libros, muebles… no sabía por dónde empezar… su madre no se
encontraba bien y le había dicho que fuese ella a mirar qué podían hacer con
todo aquello.
En realidad conoció poco a aquella tía abuela, siempre
hablaban de ella cómo una persona entrañable y buena con todo el mundo, aun así
no se casó. Sí que cuentan que había tenido un novio, hacía tanto tiempo ya de
aquello y ella no había prestado demasiada atención a esas cosas que hablaban.
Había subido al dormitorio de Adela, era antiguo aunque
bastante hermoso y bien cuidado, abrió la ventana y entraba la luz a raudales…
qué día más hermoso. Miró en el armario con tres lunas de espejo y abrió las
puertas, vestidos y trajes bastante buenos y casi listos para lucir en
cualquier fiesta de época o disfraces… había bolsitas de tela primorosas
repartidas por los rincones, sí olía bien, a lavanda, no a naftalina cómo se
acostumbra, le gustó aquel detalle.
Cajones ordenados con ropa interior, para usar en cualquier
momento. Juegos de sábanas con detalles bordados preciosos, camisones.
Todo impecable pensó que Adela era muy cuidadosa y mimaba mucho todas sus cosas.
Todo impecable pensó que Adela era muy cuidadosa y mimaba mucho todas sus cosas.
En un rincón vio una caja de madera preciosa y llamó su
atención, estaba medio escondida, se
agachó y la cogió, la tapa estaba decorada con flores y tenía un broche dorado.
La abrió y había cartas atadas con un lazo verde.
Buscó dónde sentarse con la mirada, junto a la ventana había un asiento adosado con cojines, era un sitio estupendo a la luz del día.
Buscó dónde sentarse con la mirada, junto a la ventana había un asiento adosado con cojines, era un sitio estupendo a la luz del día.
Las cartas estaban tan bien cuidadas, a pesar del papel
amarillento y la tinta descolorida de las letras.Si las quería leer tenía
trabajo. El remite era de un tal Guillermo, con dirección militar, aunque
estaba tan ansiosa, que sacó la carta del sobre y empezó a leer a fragmentos:
Querida Adela:
Espero que te encuentres perfectamente de salud.
Yo estoy bien dentro de lo que cabe.
¡¡Cuánto echo de menos tu rostro, tu olor, encanto, risa
cantarina… toda tú. Aquí con tanto frío, mi aliento pensando en ti, funde el
hielo. Qué ganas de verte y abrazarte, ya sabes en nuestro sitio secreto. Amor
mío, te deseo tanto…!!
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